Soy una persona como cualquier otra, con identidad y vida propia. Estoy estudiando traductorado de inglés por el encanto al idioma extranjero y la facilidad para entender mi lengua propia que considero que tengo. Elegir una carrera no fue, sin embargo, una tarea fácil; requrió mucha ayuda, mucha investigación y, sobre todo, muchos choques con la identidad que estaba formando. Hoy en día sigo dudando sobre si ésta es sólo una carrera que me gusta estudiar o si será también mi verdadera profesión. Fue similar la sensación que tuve cuando fui a renovar mi documento a los dieciseis años y me pidieron una firma. Durante toda mi infancia mi firma había sido lo más parecida posible a la de mis viejos; ese día creé una nueva firma que hoy me identifica y me diferencia de ellos. Hoy en día sigo dudando sobre si es sólo un garabato o si tiene algún significado para mí y mi identidad.No es todo la carrera, no es sólo eso lo que elegimos y nos forma una identidad, tampoco lo es sólo una firma. Nosotros elegimos cada una de las cosas que hacemos; hay días que incluso decido cambiar mi caligrafía, cambiar mis pasatiempos, modificar cosas que me identifican para no sentirme estancada en una rutina o en una costumbre. Mi pasatiempo que nunca cambia es el de mirar series estadounidenses o británicas.
Lo que considero que no elegimos, sino que nos llega, es el amor. Aunque de todos modos es similar a nuestra carrera; una vez que lo aceptamos, estamos aceptando a alguien para tener de la mano para siempre y arriesgándonos a que, si nos equivocamos, sufriremos mucho al momento de seguir adelante.
En mi vida tuve dos experiencias referidas al amor en ambas circunstancias me sentí muy feliz; pero ambas también terminaron y me choqué la cabeza contra la pared, me había confundido. Al momento de terminar con las relaciones me di cuenta de que soy una persona de confiar mucho y entregar mi propia identidad. Baso mi vida en los demás y es algo de mi personalidad que me gustaría cambiar... Así como si fuese sólo una firma.
